jueves, noviembre 30, 2006

un cassette



Encontré un cassette. Me hubiera encantado escucharlo, pero
no hay alrededor ningún aparato que lo haga sonar. Un artefacto incomprendido, absurdo frente a la mirada atónita de los reproductores de mp3 de cd de dvd que me rodean.
Guardar silencio no es, de ninguna manera, estar incomunicado.

Podría escuchar si quisiera, la música que parece grabada en aquel cassette, quizas esté en algún cd. Pensé en el alma de las cosas, ¿era la música el alma del cassette?
¿reencarnaría en cada soporte que contuviera aquella música?. No.

Casi todos mis cassettes han tenido vidas agitadas, atravesaron barrios y fronteras.
Banda sonora de momentos gratos, de noches y días. Se mezclaron con los de mis amigos, compañeros de clase, amantes. Girando así, de la mochila al walkman y de esté a diversos equipos de audio. Han arrastrado la cinta para cantar y a menudo se han enredado en las cabezas de las reproductoras que solían frecuentar.

Han cambiado de música.

A veces ella apagaba el equipo, desde la cama, a ciegas, tanteando botones hasta dar con el stop o con la pausa. Alguna vez oprimió rec, borrando parte de la cinta, repoblando el espacio con los sonidos de nuestro amor.

Fueron abiertos de par en par, sospechados de estar rotos por arrastrar mucho la cinta. Con las tripas a la vista de todos como única verdad, luego de un breve examen eran vueltos a cerrar y a abandonar por miedo a “arruinar sus cabezas”. Vagaron por cuanto rincón hay en mi cuarto, solos, desangelados.

Esté cassette, aquí, ahora solo sabe callar. Su nombre, escrito con la letra de otra persona, seguro no responde a la música que promete su etiqueta.