miércoles, agosto 30, 2006



Hice un blog con la esperanza de motivarme para escribir. Antes de hacerlo estuve mucho tiempo pensando en que tipo de blog haría. Autobiográfico, estilo diario. Un diario en el que colgar detalles reinterpretados de una vida, la de uno, iluminando pobres escenografías. Pero ¿que mecanismos utilizar?, ¿ir poblando el blog con poesías o fragmentos de la prosa de nuestros referentes, obligándolos a decir por nosotros lo que no sabemos decir mejor ?
Es un punto de vista, está claro que es una forma de compartir con el potencial lector nuestros hallazgos. ¿generar polémica? ¿queres despertar admiración?. Uno no va hacer nada sin pensar en seducir, en cautivar la imaginación del lector de alguna forma. Y ahí está el problema, exponerse gratuitamente a la constatación de que no, no le interesa a naides lo que uno escribe. O peor, constatar que uno seduce adeptos a los frutos de otras quintas, los que nos repugnan, una porquería.Entonces pensé en un blog a la manera de un reporte diario, una especie de tarjetero:

30 / 08. Hoy me levante a las 7 y volví a las 19, acabo de cenar y ahora me voy a acostar.
31 / 08. Hoy me levante a las 7 y volví a las 19, acabo de cenar y ahora me voy a acostar.
1 / 09. Hoy me levante a las 7 y volví a las 19, acabo de cenar y ahora me voy a acostar.

Y así. Está imagen me trajo Torrance a la memoria, el personaje de Stephen King que, dirigido por Kubrik, interpretara Nicholson. Entonces busque en la web para ver que se veía y encontre que hay en Berlín un Museo en donde está la máquina de escribir y las hojas que se usaron en la película y en las paredes escrito, generando un espacio en el que reina la obsesión de Torrance, la frase: "All work and no play makes Jack a dull boy".

"All work and no play makes Jack a dull boy".


la máquina

martes, agosto 29, 2006

sábado, agosto 19, 2006


Un cohete amarillo apuntando al cielo, monumento a la conquista del espacio, ruinas de una fortificación española, y un río. Puede transcurrir un pasaje de crónicas marcianas entre playa y la carretera. Es Bacuranao, la ensenada en donde solíamos bucear con mi hermano.
La respiración. Solo escucho mi corazón y la respiración. Solíamos bucear alrededor de los cañones de un antiguo naufragio costero. En la atmósfera azul de la ensenada solo el sonido de nuestros corazones y la respiración.

Ando despacio, en este barrio solo quedan los muertos. El viento juega con la cabellera de una muchacha que se quedo sentada en el escalón de un zaguán. La miro de cerca, el pelo vuela a través de su boca abierta, y parece que el viento quiere darle el aliento que no alcanzó. Es el único cadáver que hay en la calle. Azul a esta hora, la acera oeste parece un tramo de mar en donde soy buzo. En aquella ciudad sumergida solo escucho mi corazón y la respiración.

Nadie enciende las lámparas. No hay nadie aquí.

Desde esta esquina se ve la autopista, parece que hay un accidente grande, ha sido el pánico. Sobran las razones para que el terror se apodere de la gente. Sin embargo camino tranquilo mirando las sombras que se proyectan a esta hora. Levanto un brazo para ver mi sombra más alargada y me saludan desde lejos, desde la autopista. Desde donde me verán como un héroe, con mi máscara y respirador, buscando salvar vidas en este gigantesco naufragio, donde lo que se hunde permanentemente es la esperanza. ¿Cuánto durara la epidemia?, ¿Meses, semanas, años? ¿Que otra epidemia vendrá después? ¿O será esta la última, la definitiva?. ¿Cuánto ha hecho la humanidad para evitar su autodestrucción?.

No tengo tiempo para pensar, pero quien puede evitarlo. El éxodo desfila frente a mí por esa carretera.

Claro. ¿Que esperaban?, que nunca habría de llegar, ¿ Acaso pensaban que todo era parte de una ficción gigantesca en donde la verdad del shampoo es igual a la verdad del hambre o de la guerra? Pues aquí también, o creían que estaban lejos.

He visto miles de cadáveres en estos días, la gente muere como los peces afuera del agua, incluso el gesto del que se ha asfixiado se asemeja al de un pescado. Lo que pone en contradicción a mi emoción de sentirme buzo. Pero no doy con otro recurso mejor que el de revivir los momentos en el fondo de la ensenada para soportar el horror.

El cielo comienza a cerrarse y aún sigo aquí, viendo las sombras diluirse en la oscuridad. Es una noche hermosa y fresca de primavera. Me vuelvo hacia la calle y camino hasta donde yace sentada la muchacha. Siento mi sangre apurando las sienes. Me siento a su lado y me saco la máscara para sentir el viento en la cara.

El viento trae la algarabía de la autopista, sus pelos acarician también mi cara. Miro hacia donde ella mira. No hay más que cielo.

- Somos tan jóvenes, digo en voz baja.

La respiración, Ella que me da un beso por primera vez, mi corazón que quiere salirse del pecho y su risa, la respiración, y mi corazón se va.

La enfermera confirma:

-Se ha ido. Mecánicamente retira el respirador.